miércoles, 24 de abril de 2019

Sarmiento, profeta terrible

Entre las innumerables lecturas del Facundo, pródigas en erudición o en controversia, la de Borges supo cifrar -el verbo le corresponde- la concisión argumental con la verdad profunda. En El otro, el mismo (1964), hay un poema suyo sobre Sarmiento que pone en escena un drama fundamental de la configuración de la Argentina. Sarmiento, evocaba Borges, escribía para salvarnos. Diez años más tarde, en un prólogo al Facundo, Borges quiere canonizar a Sarmiento, esta vez, aludiendo al núcleo trágico del texto. Sugiere que la suerge fatídica de Juan Facundo Quiroga en Barranca Yaco -que ya había cantado en su juventud- entraña una parábola última sobre la providencia del futuro de las pampas. Al desenlace bélico de Facundo, víctima de Rosas, corresponde el anuncio de la grande Argentina. Pero antes hay que desentrañar el enigma de la Esfinge, y aceptar -legitimar- la ulterior sangre derramada.
Bien sabe Borges que la escritura de Facundo no concierne sólo a un puesto discutido o evidente en el canon letrado de la patria, sino a una inflexión determinante en el horizonte de expectativas utópicas fundacionales de la República. Pues su realización exige la conjuración de un drama originario: la guerra entre civilización y barbarie. Fórmula que no expresa, según la consigna consabida, un puro dualismo histórico-antropológico, sino más bien la escena primitiva de un mito trágico. Facundo es el héroe de final funesto cuya alegoría de destino depara el sentido mismo de la construcción política de la nación. Borges vio que el Facundo no sólo escribía la lengua deseada de la patria, sino también una literatura de Estado.
Sarmiento no ha muerto porque nos sigue soñando. Es lo que había escrito Borges en su poema. Su oda no olvida ni al patriota desprendido, conveniente al mito, ni al profeta histórico, conveniente a la política. Sarmiento, "el testigo de la patria", es quien "ve", nos dice Borges, "nuestra infamia y nuestra gloria". Sarmiento, canta Borges, "es alguien que sigue odiando, amando y combatiendo". Porque debemos comprender que su "obstinado/Amor quiere salvarnos". Pues si Sarmiento "no ha muerto", es porque sigue rigiéndonos "su larga visión" temporal. Es que Sarmiento el soñador sigue soñándonos."
Gerardo Oviedo

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