miércoles, 24 de abril de 2019

Para una lectura de «Facundo», de Domingo F. Sarmiento - Noé Jitrik

Doble es la importancia que tiene el Facundo en la cultura argentina: por un lado, tiene importancia ideológica; por el otro, literaria. Es evidente que, en la primera de sus vertientes, sus tesis y aun sus fórmulas están incorporadas a toda una línea de pensamiento, el liberalismo, que ha dado la estructura mental al país; en el otro campo, ya no se discute tampoco que, hasta la aparición de Martí, no hay escritura como la suya en toda el área hispánica durante el siglo XIX, una escritura que, como la de Martí es creación, es expresión, es posibilidad.

En virtud de estas dos consideraciones se comprende muy bien la oportunidad de una nueva lectura: si se quiere considerar críticamente el pasado argentino así como la evolución ideológico-política que se ha operado en el país, si se quiere reconocer uno de los momentos iniciales y de gestación de un lenguaje argentino -que es la forma argentina de entenderse- la lectura del Facundo es indispensable, como lo es la de Martín Fierro, la de Mansilla, la de Sánchez, Quiroga, Gálvez y Borges. Pero una lectura crítica: décadas de endiosamiento liberal han sacralizado ese texto y lo han matado; décadas de imperio social, intelectual y político han querido impedir el examen de lo que dice y de lo que deja de decir y, sobre todo, de lo que en cada mentalidad argentina es repetición de sus fórmulas. Y bien, creo que corresponde enfrentarse con la sacralidad, cuyos diversos rostros son las maneras más o menos institucionalizadas de negar lo que realmente puede significar y haber significado un texto como éste en la vida activa de una sociedad.

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