Entre las innumerables lecturas del Facundo, pródigas en
erudición o en controversia, la de Borges supo cifrar -el verbo le
corresponde- la concisión argumental con la verdad profunda. En El otro,
el mismo (1964), hay un poema suyo sobre Sarmiento que pone en escena
un drama fundamental de la configuración de la Argentina. Sarmiento,
evocaba Borges, escribía para salvarnos. Diez años más tarde, en un prólogo al Facundo,
Borges quiere canonizar a Sarmiento, esta vez, aludiendo al núcleo
trágico del texto. Sugiere que la suerge fatídica de Juan Facundo
Quiroga en Barranca Yaco -que ya había cantado en su juventud- entraña
una parábola última sobre la providencia del futuro de las pampas. Al
desenlace bélico de Facundo, víctima de Rosas, corresponde el anuncio de
la grande Argentina. Pero antes hay que desentrañar el enigma de la
Esfinge, y aceptar -legitimar- la ulterior sangre derramada.
Bien sabe Borges que la escritura de Facundo no
concierne sólo a un puesto discutido o evidente en el canon letrado de
la patria, sino a una inflexión determinante en el horizonte de
expectativas utópicas fundacionales de la República. Pues su realización
exige la conjuración de un drama originario: la guerra entre
civilización y barbarie. Fórmula que no expresa, según la consigna
consabida, un puro dualismo histórico-antropológico, sino más bien la
escena primitiva de un mito trágico. Facundo es el héroe de final
funesto cuya alegoría de destino depara el sentido mismo de la construcción política de la nación. Borges vio que el Facundo no sólo escribía la lengua deseada de la patria, sino también una literatura de Estado.
Sarmiento
no ha muerto porque nos sigue soñando. Es lo que había escrito Borges
en su poema. Su oda no olvida ni al patriota desprendido, conveniente al
mito, ni al profeta histórico, conveniente a la política. Sarmiento,
"el testigo de la patria", es quien "ve", nos dice Borges, "nuestra
infamia y nuestra gloria". Sarmiento, canta Borges, "es alguien que
sigue odiando, amando y combatiendo". Porque debemos comprender que su
"obstinado/Amor quiere salvarnos". Pues si Sarmiento "no ha muerto", es
porque sigue rigiéndonos "su larga visión" temporal. Es que Sarmiento el
soñador sigue soñándonos."
Gerardo Oviedo